Por María Paz Muñoz
La lucha y perseverancia son dos condiciones que comparten las víctimas de la Dictadura, aquellas que perdieron a sus seres queridos y desconocen su paradero, aun transcurrido medio siglo. Los pactos de silencio, la falta de interés de las Fuerzas Armadas para avanzar en verdad y reconciliación, son obstáculos infranqueables para muchos chilenos y chilenas que continúan buscando a sus seres queridos. Una de estas personas es la presidenta de la Agrupación de Derechos Humanos de Coyhaique, María Erita Vera, hija de Juan Vera Oyarzún, quien junto a Rosendo Pérez y Néstor Castillo, forman parte de los detenidos desaparecidos del caso Coyhaique en 1973.
Erita recuerda que fue un martes 11 de septiembre, cuando su padre el conocido dirigente sindical y del Partido Comunista de Aysén, Juan Vera Oyarzún la obligó a levantarse más temprano de lo habitual. “La cosa está fea, los militares están rodeando La Moneda”, dice en alusión al tanquetazo del Ejército en junio de 1973.
En ese momento Erita Vera no logró dimensionar lo que estaba pasando, pero hizo caso a su padre y se fue a casa de su mamá. “El toque de queda era a las cinco de la tarde, a las cuatro volví a la casa de mi papá y estaba todo destruido, los libros quemándose, hasta mis cuadernos”, recuerda.
Juan Vera Oyarzún había sido perseguido anteriormente en el gobierno de Gabriel González Videla, en la conocida Ley Maldita que prescribió al Partido Comunista en 1948, por lo que la madre de Erita conocía esa historia. Reconoce que fue ella quien la alentó a seguir adelante. “Mi madre era una mujer muy fuerte, ella me dijo, a nosotros nos quedan dos caminos hija, o nos sentamos y nos ponemos a llorar o levantamos la cabeza y miramos de frente, porque tu papá no era ningún criminal o ladrón, era un hombre que tenía ideales y es perseguido por ellos”.
A Erita la buscaban los militares, ya que sabían donde vivía junto a su padre, estaban tras sus pasos. Juntas fueron al regimiento de forma voluntaria a entregar su declaración, donde la interrogaron acerca del derrotero político de su padre, dónde se reunía, con quienes, en qué lugares, entre otros aspectos.
“Me preguntaron acerca de mi papá, dónde estaba, si había cruzado la frontera, dónde estaba escondido y yo no mentía, porque no sabía dónde estaba mi papá”.
Su padre Juan Vera Oyarzún, cruzó la frontera hacia Argentina el 20 de septiembre, tres días después del interrogatorio a Erita. Tras la interpelación, junto a su madre, volvió a la casa de calle Baquedano que habitaba con su padre, a quien no volvió a ver nunca más.
Los chilenos que se encontraban al otro lado de la cordillera nunca pensaron que los militares de ambos países se pondrían de acuerdo para detener a los compatriotas que se encontraban en Gendarmería Argentina. “En ese tiempo ya existía una especie de acuerdo de pasarse información y entregarse detenidos unos a otros, de colaboración entre distintos países”, menciona.
Tras esos días en Río Mayo se le pierde el rastro a Vera Oyarzún. Rosendo Pérez y Néstor Castillo, para siempre. Sin embargo, en 1990 recién pueden obtener suficiente información, tras un largo peregrinaje, para presentar la primera querella por la detención y posterior desaparición de su padre.
Búsqueda por la verdad
Cuando terminó la universidad en Concepción, siendo joven comenzó su búsqueda y fue armando la historia de la desaparición de su padre. No obstante, las dos primeras querellas no prosperaron, solo la tercera por secuestro y desaparición forzada lo hizo. “Dos funcionarios del hospital testificaron que vieron a mi padre muerto en el hospital”, es uno de los elementos que dan cuenta de que esos cuerpos fueron hechos desaparecer en algún lugar, por agentes del Estado.
“Esto no es invención, esto realmente sucedió en Aysén, hubo persecución, una Dictadura, un régimen genocida donde te perseguían, torturaban y asesinaban por pensar diferente. Mi padre Juan Vera Oyarzún, nacido aquí, era conocido por todo el mundo, muy afable, de buenas relaciones, no le gustaba la injusticia e ingresó al partido comunista porque pensaba que allí se interpretaban de mejor manera sus ideas”.
Recuerda que su militancia política le cerró muchas puertas, sobre todo laborales, “tuvo que hacer fletes con un carretón de caballos, porque no le daban trabajo por ser comunista”.
Respecto a lo que ha logrado reconstruir de las últimas horas de su padre, advierte que “los integrantes de la patrulla que fue a Argentina, confesaron haber ido, traído a mi papá y sus dos compañeros, de haberlos entregados vivos en el regimiento y hasta allí llega su relato y de allí batallando para encontrar los cuerpos y darles cristiana sepultura e insisto que hicieron un pacto de silencio y lo más doloroso es que no solo los uniformados, sino también la gente de esta región que es mayoritariamente ha sido de derecha también hizo ese pacto, porque estamos hablando de Coyhaique, que en ese tiempo era un puñado de personas. Hay gente que sabe y guarda silencio, porque no les interesa”.
Por último, Erita Vera dice que espera conocer el paradero de su padre antes que ya no tenga fuerzas para seguir luchando. “Ojalá la tierra o la Pachamama devuelva esos huesitos y aparezcan en algún momento o alguien que tiene un peso en su conciencia, la libere y diga dónde están”.
Revisa la entrevista completa a continuación: